El papel del arte y el diseño en la configuración del entorno físico y psicosocial de las civilizaciones

La asociación entre arte, espacio y diseño ha acompañado a las civilizaciones a lo largo de la historia. Aun sin ser concebidos como disciplinas formales, han mantenido una condición natural de coexistencia recíproca.

Esta condición se manifestó de igual manera en la prehistoria, de forma primitiva en su contexto, pero análoga a lo que hoy percibimos en las calles de cualquier ciudad. El entorno, tanto físico como psicosocial, está permanentemente condicionado por el arte y el diseño. La percepción de un individuo o un grupo social está determinada por lo que observa e interactúa en su espacio físico. El mobiliario urbano, el estado del asfalto, los servicios, la seguridad y la arquitectura, por ejemplo, condicionan sentimientos de felicidad, inconformidad o desesperanza.

Resulta común en las campañas políticas recalcar de manera enfática los temas de modernización de áreas, las obras magnas como carreteras, grandes inversiones en obras hidráulicas, eléctricas o de comunicación en alguna comunidad. Esto sin lugar a dudas cederá adeptos a la facción política en cuestión.

No es coincidencia que las grandes capitales y concentraciones poblacionales gocen de mejores condiciones que los pequeños pueblos o municipios, siguiendo la lógica de la mayor concentración de capital económico. Las grandes revoluciones tecnológicas, industriales, sociales y culturales han dado inicio en las grandes urbes (París, Londres, Tokio, Los Ángeles, Viena, Berlín, etcétera), lo cual no es casualidad. La gente, el capital económico, los movimientos sociales y las manifestaciones artísticas encuentran su mejor caldo de cultivo en condiciones que impulsan el cambio en cualquier ámbito.

Resulta notable ver cómo las ciudades europeas, de Estados Unidos y de los países asiáticos tienen reservados sus grandes museos, galerías, teatros y otros espacios para manifestaciones culturales propias o de otros países. Esto no solo se observa en el arte y la cultura; los centros financieros, los centros de investigación científica, laboratorios y otros campos del conocimiento tienen su mejor resonancia en estas profusas poblaciones.

La Revolución Industrial tuvo sus inicios en Londres en el siglo XIX, en un contexto social favorable para que floreciera y en condiciones económicas inmejorables para Inglaterra. Contaban con un intercambio comercial que lideraba la región Asia-Europa y aún tenían gran parte de sus dominios territoriales en África y Asia, sin contar el apoyo que ya recibían de sus incondicionales socios, los EE. UU., que para aquellos días se perfilaban como la nación más poderosa del planeta.

La Revolución Industrial del siglo XIX trajo consigo parte del proceso mundial que hoy conocemos como globalización, un fenómeno que no se inició a finales del siglo XX como se nos hace pensar, sino prácticamente desde el Renacimiento o incluso antes. Esto se basa en el proceso de acercamiento de los pueblos a distancias remotas, como la conexión entre los países del Lejano Oriente con los del Mediterráneo, y las regiones de América con el continente europeo.

El diseño y el arte juegan un papel fundamental en dichos procesos históricos, pues es por medio de tales condiciones que encuentran el cenit de sus manifestaciones. El arte y el diseño cumplen una función social altamente importante, sin la cual no podríamos entender enteramente a las sociedades que desaparecieron en el tiempo. Sus construcciones, templos, vasijas, murales, esculturas y cualquier manifestación artística, de ingeniería o arquitectónica, nos conceden la información suficiente para comprender su tiempo, creencias y motivos.

Actualmente, como en la antigüedad, el entorno influye notablemente en el humor de las sociedades, en su conocimiento, en sus gustos y hasta en sus procesos de pensamiento. Los antiguos griegos tenían un campo muy fértil de creación y reflexión gracias, entre otras cosas, al entorno propicio para el desarrollo de sus tareas. Los templos, las columnas, los monumentos, las esculturas, los palacios para la vida política, los balnearios y, en general, los espacios públicos tenían una intención lúdica, estética y funcional.

Los romanos heredaron y perfeccionaron dicha cultura con todos sus detalles artísticos, estéticos y arquitectónicos. Fueron también ellos precursores en muchas áreas que los griegos no alcanzaron a desarrollar con tal grado de perfección, y que sirvieron a Roma para sus propósitos expansionistas y de dominio. Estas áreas fueron:

• Los acueductos hacia distantes locaciones, como parte del Imperio Romano.
• Los puentes colgantes, construidos sobre condiciones adversas del terreno.
• Los caminos que comunicaban distancias muy grandes entre pueblos.

Básicamente, quedó conectado el Mediterráneo, lo que posteriormente se llamaría Turquía, el norte de África, una parte importante de los países sajones europeos, las islas británicas y varios puntos del antiguo Oriente Medio.

El entorno pasó de ser de pueblos pacíficamente gobernados a ser temerariamente invadidos y aplastados. En cada caso, la estrategia cambiaba dependiendo de la resistencia de la región al llamado Imperio Romano.

Actualmente, las formas han cambiado del modo hostil a medios psicológicamente más pasivos, pero igualmente apaciguadores. A una sociedad moderna no se la amedrenta con miedos tan evidentes; se opta por estrategias mucho más ligadas al subconsciente freudiano que a la violencia extrema. Las grandes empresas resultan ser los actuales emperadores y tiranos de otras épocas.

Posiblemente con un tono más carismático y embaucador, los gobiernos de muchos países sirven a dichos propósitos facilitando licencias y contratos, dejando fuera a posibles competidores que permitirían más oportunidades para todos.

A pesar de este panorama, siempre existen espacios de creación que permiten mayor albedrío y que no siguen los designios de las grandes transnacionales. Estos espacios son cedidos mayormente por instituciones culturales, escuelas públicas, institutos de investigación, institutos colegiados y espacios populares.

Es importante visibilizar esto y pensar que no todo está dicho, creado o inventado. Dado que las necesidades son cambiantes en cualquier sociedad, siempre quedará espacio para la adecuación, la creación y la innovación.

En el campo actual del arte y el diseño, siempre existen posibilidades nuevas para nuestro entorno. Este abanico se hace más extenso con la integración de las áreas digitales, que amplían las actividades.

Ahora el campo de acción no se limita solamente a las tecnologías análogas, sino que se inauguran nuevas plataformas de acción:

• Internet
• La televisión digital
• Los videojuegos
• Los podcasts
• Las apps
• Los mapas en GPS

El arte y el diseño encuentran nuevos entornos y, al igual que antes, nos facilitan y hacen más placenteras las actividades y los campos de acción para básicamente cualquier actividad humana: la ciencia médica, la ingeniería civil, la arquitectura, el comercio o la banca electrónica. Las computadoras se convierten en el moderno martillo y cincel, y lo mejor de todo es que no sustituyen las herramientas básicas (ni siquiera el lápiz), sino que las potencian y eficientan en términos de rapidez para la producción artística y creativa.

Es importante considerar que el entorno psicosocial y físico siempre se nutre indudablemente del arte y el diseño. Más allá de ser un lujo superfluo, se convierte en una imperiosa necesidad que está modelando nuestro mundo y que le dará forma al mundo de los próximos 100 o 200 años. Esta influencia es recíproca: el arte y el diseño también requieren de una fuente de inspiración social y humana.